BESALÍ Y LA TIERRA DE LA PAZ
Hace mucho tiempo, en una pequeña villa, nació una pequeña niña cuyos ojos eran grandes y marrones, tenía una sonrisa pura y radiante como el sol y su mayor alegría era jugar en el agua. Besalí era su nombre y aunque nació feliz, a medida que fue creciendo fue convenciéndose de que no lo era. Por extraño que parezca, empezó a pensar que el hecho de no conocer bien a su padre, que había partido de la villa, era motivo suficiente para pensar que no la quería y que no merecía que nadie más lo hiciera. Así fue creciendo Besalí con una tristeza que iba apagando sus ojos, lo único que lograba animarla eran los momentos en que la magia del agua podía entrar en su alma y hacerle recordar que ella era un regalo de la vida, un regalo del cielo. En el fondo así lo sentía, pero tenía una vocecita, que durante muchos años le había dicho lo contrario y al final había terminado creyéndole.
Un día de camino a la escuela, encontró un par de cántaros que le parecieron hermosos y aunque no se sentía capaz de cargar con ellos, decidió quedárselos pues no tenían dueño. Así se puso uno bajo cada brazo y empezó a caminar con ellos a todas partes. Allí donde llegaba todo el mundo los admiraba; eran bellos, piezas únicas y eso hacía que Besalí se sintiera orgullosa y querida, pues en algunas ocasiones incluso recibía invitaciones para que la gente pudiera disfrutar de la belleza de ellos.
Así fue pasando el tiempo y estaba tan acostumbrada a sus cántaros que parecían extensiones de ella misma. Por temor a que se dañaran o que alguien los tomara, dejó de ir al río donde le encantaba jugar, donde muchas veces su risa había sido de tanta felicidad que los mismo pájaros hacían coro de su sonido. Ahora iba allí, se sentaba en la orilla, miraba el agua con deseo de sumergirse pero no se atrevía a soltar los cántaros, pues ella sentía que eran su mayor tesoro. No se daba cuenta del anhelo que tenía por entrar al agua, pues se había acostumbrado con el tiempo a no hacerlo. No se daba cuenta que, al estar más apagados sus ojos, no podía apreciar toda la luz que había en ese mágico lugar. La vocecita que tenía siempre en su cabeza no hacía más que aumentar sus temores y era tal el ruido que hacía que no le permitía ni disfrutar del canto de los pájaros ni del sonido del agua al correr río abajo.
Cierto día recibió una invitación para ir a un lugar muy especial. Tres Seres muy bonitos, que se había encontrado en el camino y que eran de tierras muy lejanas, al verla le dijeron que les era familiar y que si deseaba podía venir con ellos a un lugar que era muy precioso. Como hacía un tiempo que se sentía muy cansada y no tenía muy claro qué rumbo tomar, decidió hacer caso de una sensación que tenía en el pecho, como un latir de corazón más fuerte que le hizo imaginar aquel mágico lugar que estos Seres le describían y decidió aceptar la invitación.
Llegar hasta allí no sería nada fácil, le explicaron, pues era un camino en el que pasabas por lugares especiales. Uno de ellos era una cuesta, en la que había que estar muy atento, porque el camino era estrecho, pero la dificultad estaba en que había un eco especial, era el eco de la vocecita que llevas en tu cabeza, entonces costaba mucho estar atento a cada paso del camino para no caer. Otro era el monte de los espejos, en el que podías perderte pensando que eras una de las imágenes que se reflejaban en cada uno de ellos. Otro sería el valle de las sombras en el que si te descuidabas, tus miedos se materializaban para no dejarte llegar a ese mágico lugar, que según los bellos seres era el destino de todos los humanos, así no lo supieran aún.
Besalí escuchaba con atención y aunque estas explicaciones le dieron cierto temor, latía tan fuerte su corazón y era tal el amor que desprendían estos Seres que ella decidió continuar adelante. Ellos le aseguraron que siempre estarían allí para ayudarle, bastaba con silenciar su vocecita y los podría escuchar, ellos entonces la guiarían para que llegara de la mejor manera a ese mágico lugar que le habían descrito.
En ese lugar el agua era cristalina, el sol brillaba con muchísima intensidad pero no quemaba sino que abrasaba el alma. Los seres vivían en total armonía y procuraban el bienestar de todos los que tenían alrededor, les gustaba compartir y ayudarse mutuamente para que todos pudieran crecer. No existía el miedo y la verdad era amiga de todos. Lo mejor de todo es que las vocecitas de la cabeza no tenían cabida, pues allí la gente estaba tan concentrada en cada momento, que ellas desaparecían. Besalí se imaginaba todo ello y su piel se erizaba de la emoción de pensar en estar allí. Los Seres le habían dicho que antes de llegar había algún tipo de prueba, pero que si llegaba hasta allí era porque estaba preparada para realizarla, que no se preocupara que no representaba ningún peligro, que por el contrario, cada prueba estaba diseñada en función de cada persona para que fuera más feliz y esto sorprendió mucho a Besalí que cada que sabía un poco más se animaba y volvía a sentir una alegría que ella pensaba remotamente perdida hacía mucho tiempo.
Así que Besalí se puso en marcha con las indicaciones que los seres le dieron y así fue transitando cada uno de los lugares extraños que se encontró cuesta arriba y cuesta abajo, en algunos momentos se sintió perdida y pensaba volver atrás, pero su corazón empezaba a latir y sentía que estaba más cerca. Tomaba alientos de donde no tenía y en ese momento algo sucedía, pasaba un pájaro que cantaba su nombre o caía una suave brisa de palabras que servían de bálsamo para su cansancio. Olvidó en medio del valle de las sombras que podía pedir ayuda y que allí estarían y se sintió perdida. No sabía qué rumbo tomar y se sentó a llorar y en medio de su llanto oró por primera vez y desde su corazón pidió ayuda a quien pudiera escucharla. De repente en medio de las sombras se hizo un rayo de luz que iluminó su camino con tanta claridad que tuvo la certeza que ese era el rumbo a seguir. Se levantó y siguió adelante con tal gratitud que las sombras empezaron a desaparecer. Recordó que no estaba sola y que las sombras eran solo una ilusión y al recordarlo el sol brilló más intensamente y descubrió que estaba rodeada de una naturaleza bella y exuberante, pájaros, flores, un río que corría cantando entre las rocas y los aromas a pino y tierra húmeda le llenaron los pulmones de una alegría inesperada.
El viaje se le hacía un poco largo y pesado como si llevara 10 años caminando… sus fuerzas se iban por momentos pero no quería abandonar sus cántaros. Pensaba que podían gustar a las personas que se encontrara en aquel lugar al que se dirigía. Así que respiraba profundo cada vez que los cántaros pesaban más porque se llenaban de lluvia o se humedecían. Estaba cansada de estar estresada por si se dañaban, se rasguñaban o se despicaban, pero ella insistía en llevar los cántaros con ella, aunque le costara mayor esfuerzo.
Pasaron 8 días de travesía y al noveno se encontró frente a un inmenso mar. Un mar en el que al amanecer reflejaba los tonos rosas del cielo y en el que muchas aves sobrevolaban. Un mar que con amor llevaba las olas a la orilla en un movimiento tan armónico que invitaba a entrar en sus aguas puras y transparentes. Besalí se sentó a contemplar tanta belleza, a llenar sus pulmones de olor a salitre, a sentir la brisa en su rostro y a dejarse mecer por el rumor de las olas al llegar a la playa. Era tan conmovedora la belleza del lugar que sobre su rostro se dibujó una inmensa sonrisa, había llegado hasta allí con sus cántaros intactos y se sentía feliz.
Estaba tan inmersa en el paisaje que no sintió en qué momento llegaron los 3 bellos Seres. Los tres la contemplaban como si fuera una niña pequeña, con una expresión de ternura en sus rostros y dulces sonrisas. Uno de ellos se dirigió a ella y le dijo:
- Has hecho una larga travesía, una ardua jornada hasta llegar aquí. Tu esfuerzo ha sido muy grande y estamos complacidos con tu ejercicio de voluntad. Este es un momento muy importante y queremos saber si en realidad deseas ir a la Tierra de la Paz y la Armonía.
Besalí respondió rápidamente que sí.
Se hizo un silencio y el Ser volvió a preguntarle.
Besalí tardó un poco más en responder, pero volvió a decir que sí.
Guardaron silencio nuevamente y la escena se repitió.
Esta vez Besalí respiró profundo, observó lo que ocurría en su interior y dio un Sí verdadero y consciente.
Entonces se acercaron más a ella y el segundo Ser le dijo:
- Es momento de soltar los cántaros
Besalí no podía creer lo que estaba escuchando. Su alegría se esfumó y la voz en su cabeza empezó a dar voces cada vez más alto. Entonces el tercer Ser se acercó a ella y le susurró:
- Recuerda que los cántaros no nacieron contigo. Llegaron a ti en un momento de tu vida en el que correspondía, pero hace mucho tiempo debiste observar que su ciclo contigo había finalizado. Ahora más que aportarte te hacen el camino más difícil. La Tierra de la Paz está del otro lado de este mar, tras sumergirte en Él de corazón. Con los cántaros no podrás llegar allí.
Besalí se sentía muy triste pues su deseo de ir a la Tierra de la Paz era muy grande pero sus cántaros eran suyos y los había traído con mucho esfuerzo hasta allí. Sentada mirando el mar comprendió que estos Seres le hablaban con amor y querían lo mejor para ella, pero ¿cómo soltarlos? Sentía que no podía, eran bellos, valiosos para ella, ya no le eran de utilidad ni ella sabía cómo mantenerlos bellos pero no se sentía capaz de soltarlos. Observó que de tanto tenerlos con ella uno ya estaba completamente sin fondo y el otro se estaba deformando. No había observado el estado de los cántaros, pues ya no era lo que ella había creído, seguramente que hace mucho ya no era lo que ella tenía en mente y no lo había sabido ver. Algo en su interior le decía que era momento de soltar y sintió cómo el corazón latía más a prisa con la certeza de que ese momento había llegado.
- Está bien, dijo con lágrimas en sus ojos, ayudadme a soltarlos.
Los Seres sonrieron y le indicaron que mirara a su lado. Junto a ella había dos personas que le sonreían y le extendían las manos para recibirlos. Estaba a un paso de hacerlo, solo faltaba su decisión. Así que decidió seguir a su corazón y en silencio se despidió de los cántaros. Extendió sus manos y los entregó. Esas personas le dijeron:
- Nuestros nombres son Vida y Destino, tus cántaros no son tus cántaros y ahora estarán a buen recaudo.
Ella supo que así era y vio cómo estas dos personas partieron en dirección al sol.
Allí quedó ella con los tres Seres. El tercero de ellos habló ahora y le dijo:
- Felicidades Besalí has superado la prueba. Esta era la mayor prueba para ti. Ahora la Tierra de la Paz te espera.
- ¿Qué debo hacer ahora?
Ellos sonrieron y expresaron: “Estás preparada”
Empezaron a caminar hacia el mar y se fueron sumergiendo en el agua. Ella recordó las palabras “Sumergirte con el corazón” así que empezó a entrar al mar con la humildad de su alma y sintiéndose liviana. Cerró los ojos y dejó que el mar la abrazara. Se sintió una con el mar y la alegría llenó su corazón. Sintió como las olas empezaron a mecerla y un leve arrullo la fue llevando más y más profundo. Abrió los ojos y todo era Luz, ya no estaba en el mar, ya no estaba en la playa, estaba en un lugar que conocía, que le era totalmente familiar, sabía que allí era su casa, esa que su alma recordaba y a la que tanto anhelaba llegar, se sintió muy viva, con su corazón lleno de certeza, sabía que la Paz y la Armonía morarían siempre en su Ser independientemente de hacia dónde caminara.