LOS VOLUNTARIOS

En una galaxia muy lejana había un planeta habitado por seres muy luminosos. Todos vivían en paz, se respetaban los unos a los otros, cada uno hacía lo que sentía que amaba hacer y compartían los frutos de su trabajo. Allí todo era hermoso y reinaba la armonía. Era un lindo planeta con el cielo rosa y dos lunas. Las flores eran luminosas y los animales cohabitaban con estos seres en perfecta paz.

Cierto día llegó un mensaje de un planeta muy lejano. El mensaje lo dirigían los seres de luz que cuidaban de él. Era un llamado a todo aquel que quisiera ayudarlos pues en el planeta que ellos cuidaban había unos seres llamados humanos que, a pesar de vivir en un planeta azul, lleno de vida y belleza, como un paraíso, habían olvidado vivir en armonía y se había formado el caos. Estos seres estaban muy dotados de inteligencia, pero el problema es que habían dado más fuerza a su capacidad intelectual que a su capacidad amorosa y habían olvidado que su naturaleza era espiritual.

El mensaje era un llamado urgente para todo aquel ser que tuviera en su alma el deseo de servir y de entregar amor a estos seres para ayudarles a recuperar la memoria, a que recordaran su naturaleza y volviera a establecerse la armonía en el planeta azul.

Como el llamado era urgente y dada la importancia de este, los gobernantes decidieron convocar a una reunión, así que telepáticamente conectaron con todos los seres que conformaban esa raza y transmitieron el mensaje. El dirigente más sabio proyectó sus pensamientos sobre el tema dejando claro que aquel que quisiera ayudar sería apoyado pues pocas veces se tenía la gran oportunidad de servir en un planeta en el grado de evolución que se encontraba el planeta azul.

Algunos decidieron valorarlo y con ellos se realizó una reunión. Los gobernantes de este planeta explicaron a los voluntarios que aquella misión no sería nada fácil pues al entrar en el planeta azul olvidarían su procedencia y era muy posible que olvidaran también su misión. Los voluntarios se miraron desconcertados entre ellos y alguno preguntó entonces cómo harían para cumplir con su misión. Los gobernantes lo pensaron un momento y respondieron: “Será puesta a prueba la fuerza de vuestro amor, solo a través de la voz de vuestro corazón podréis recordar la misión que habéis elegido. Necesitaréis silencio para recordar a qué habéis ido. Voluntad para llevarla a cabo. Humildad para no sentir que sois más que ellos. Visión para no perderos en las líneas del tiempo. Pero sobre todo será puesta a prueba vuestra capacidad de amar, de entregar amor a aquel que en vuestra nueva condición consideraréis que no lo merece.”

Algunos de los voluntarios sintieron que no tenían tal capacidad y otros aun pensando lo mismo se dejaron llevar por el sentir y decidieron participar. Los llevaron a entrenamiento pues no sería una misión fácil, así practicaron sus capacidades telepáticas, su habilidad para manejar la energía, su focalización del pensamiento y los estados profundos en meditación. Fueron dotados de naves para llegar hasta la otra galaxia y allí debían llegar al lugar desde donde se gobernaba dicho planeta.  Partieron pues unos cuantos y al llegar a la ciudad externa al planeta azul, se encontraron con voluntarios de muchas galaxias. Era un momento crucial para aquel planeta y se necesitaba de la ayuda de muchos para que aquella raza cambiara y pudiera continuar su camino de ascensión.

Todos los voluntarios fueron congregados para recibir explicación de la situación de aquel planeta. Todos estaban desconcertados, en realidad era un planeta bello, de un tono azul único, mágico y especial. Lleno de vida, de muchas formas y colores. Los individuos de aquel planeta eran también de muchas formas y colores. Era sin duda un planeta rico y diverso, sin embargo, estaban muy sorprendidos de ver cómo el planeta estaba siendo destruido y cómo sus habitantes se hacían daño en lugar de ayudarse los unos a los otros.

Los gobernantes de aquel bello planeta se dirigieron a los voluntarios para agradecer su buena voluntad y para recordarles que aún estaban a tiempo de dimitir. Algunos lo hicieron al ver el caos que allí reinaba, pero muchos otros decidieron ayudar. Les recordaron que la dificultad de aquella misión era el olvido temporal que se vivía al cruzar las líneas que llevaban al tiempo y que de allí en adelante solo se contaría con la voz del corazón. En unos pocos casos, de acuerdo con su nivel de evolución, se les permitía llegar con parte de la memoria de su realidad actual, sin embargo, la gran mayoría olvidarían quiénes eran y por qué estaban allí.

Los voluntarios siguieron adelante y fueron naciendo en el planeta azul, a lo largo de sus continentes y en todo tipo de historias de vida, de condiciones físicas y económicas, pero todos en condición de aportar luz y amor a aquel mundo.Los gobernantes iban observando a los voluntarios y se dieron cuenta que en tal densidad muchos habían olvidado su camino. Habían caído en la identificación con su condición humana y su recuerdo se había dormido en el interior de su ser.  Enviaron refuerzos invisibles que ponían señales en los caminos de vida y les susurraban. Acordaron con la naturaleza abstraerlos para que en el silencio recordaran quiénes eran. Enviaron mensajes a través de libros, películas, conferencias. Algunos comenzaron a recordar y fueron uniéndose en una pequeña red que iba empezando a despertar, pero aun así no era suficiente, el planeta iba por mal camino.

Entonces se llegó el momento de ayudar los habitantes del planeta azul de una manera más contundente y así llegó un gran maestro que hizo que muchos de ellos tuvieran que permanecer en el silencio de sus casas, parando la carrera absurda del consumismo. Volver a encontrarse con las familias y apreciar todo aquello que habían tenido y que no habían valorado, en definitiva, ordenar sus prioridades.

Así fue como en medio del silencio que se hizo muchos empezaron a escuchar la voz de sus corazones, esa que les recordaba a qué habían venido y empezaron a comprender que estaban en un proceso de despertar, de renacer, que llevaría al mundo entero a ser un nuevo mundo. Un mundo como se había soñado desde el amor para toda la humanidad. Un mundo en el que todos evolucionaran y dieran un paso más hacia el regreso a la esencia espiritual que les había dado vida. Uno en el que expresara todo el potencial creador que trae cada ser en su interior. Una nueva Tierra, creada por la mejor versión de cada uno de sus habitantes.

Y durante esos días el cielo brilló como nunca, con un azul tan profundo como hacía muchos años no se había visto, los animales dieron muestras de gratitud y la Tierra recuperó sus fuerzas, limpiando el agua y el aire, en señal clara que se daba inicio a una nueva era, donde estarían todo aquel que fuera capaz de comprender lo que se había estado gestando, de alejar el miedo de sus días y lograra mantenerse vibrando alto, en la frecuencia amorosa en que había sido concebido por el Creador a pesar del ruido que generaban los medios difusores de miedo.

Entonces pasó la oscuridad y la humanidad descubrió que en los momentos más difíciles aflora lo mejor y lo peor de cada uno y que en dichos momentos la voz del corazón habla con más fuerza y es más la solidaridad que el egoísmo. Se dieron cuenta de que habían quedado los afortunados llamados a crear una nueva sociedad igualitaria de la mano de la naturaleza y abierta a aceptar su condición espiritual para estrechar vínculos con seres de otros planos que tenían mucho por aportar desde la Luz y el Amor para continuar el proceso de ascensión como humanidad despierta.

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